El pasado 20 de enero de 2021 Joe Biden fue investido como Presidente de los Estados Unidos de América. Atrás quedaba una carrera presidencial que, posiblemente, fuese una de las más mediáticas de la historia reciente del país norteamericano, especialmente debido al extraño clima pandémico que nunca se había vivido en los cien años anteriores. Esto ha facilitado que, una vez superados los primeros cien días del demócrata al frente de la Casa Blanca, la sensación es que estamos ante un gabinete de presidencia hiperactivo.

A las medidas tomadas en materia medioambiental, migración, política internacional o el plan de estímulo para frenar el Coronavirus, se suma una ambiciosa reforma fiscal que tendrá amplias consecuencias en lo relativo al tejido empresarial y el mundo corporativo estadounidense, y a las relaciones internacionales y operaciones transfronterizas.

Bautizado de esa forma, el plan presentado por el presidente Joe Biden enraíza con la idea que ya ha comentado en ocasiones del “Made in America”, en lo que es una clara declaración de intenciones respecto a algunos de los objetivos de esta propuesta (entre los que se encuentra la financiación del plan de infraestructuras ya anunciado y un cierto proteccionismo hacia la industria norteamericana). Dejando a un lado la política, Estados Unidos no ha visto una reforma fiscal tan profunda desde hace muchos años, y algunas se extenderán mucho más allá de las fronteras estadounidenses.

El primer gran eje de esta reforma se basa en el Impuesto federal de Sociedades. Biden aspira a aumentar dicho tipo impositivo para sociedades hasta el 28 % desde el 21 % actual. Aquí es necesario destacar que en el anterior mandato se redujo desde el 35 % que existía desde la era Clinton. A esto habría que sumarle, además, los impuestos estatales y local (por ejemplo, el Estado de Nueva Jersey marca un 11,8 % de impuestos estatales sobre los ingresos), lo cual eleva la carga impositiva y hace que EE.UU. sea considerado un país con una política fiscal corporativa que se podría calificar como agresiva o alta, aunque la legislación permite una serie de reducciones y deducciones que hace que algunas grandes empresas paguen impuestos de sociedades en torno al 13 % (cuando este tipo impositivo era del 35 %).

El plan continúa con la intención de acabar con los resquicios legales que permiten a las empresas americanas la tributación en países con condiciones más favorables. Otra de las medidas que planean en el horizonte se trata del establecimiento de un tipo mínimo efectivo para las grandes multinacionales sobre el beneficio contable. Según datos del Departamento del Tesoro esta medida afectaría a unas 45 empresas, al tratarse de aquellas que declaran ingresos superiores a los 2.000 millones de dólares.

Además, otra línea de acción será la de sustituir los actuales planes de subsidio para el sector de las energías renovables por incentivos para la producción de energías renovables.

Independientemente de principios ideológicos y a esperas de que este plan sea reformado a su paso por el Congreso, estos son algunos de los insights que podemos obtener de esta medida:

  • Según datos de Bloomberg la pérdida fiscal experimentada por los Estados Unidos debido a las empresas que operan y cotizan en varios países se cifra en 3 billones de dólares. Esta medida demuestra la corriente global cada vez más generalizada de emplear la carga fiscal como una herramienta keynesiana de recuperación, especialmente en un contexto post COVID-19.
  • El sistema impositivo fiscal avanza hacia la armonización global y a una modernización que ha sido demandada desde numerosos frentes, especialmente en los países desarrollados. Especialmente en un contexto de relaciones cada vez más globalizadas o la aparición de empresas tecnológicas menos definidas por la geografía en su provisión de servicios y que se escapan de la realidad marcada por las políticas fiscales clásicas.
  • Aunque el plan tiene un componente de proteccionismo y desarrollo del mercado interior norteamericano, los países que hasta ahora se consideraban como poco favorables por su sistema impositivo se podrían beneficiar de esta medida en cuanto a atracción de capital extranjero
  • Además de por convicción ideológica (el Green New Deal ha sido empleado por la rama más progresista del partido demócrata), Estados Unidos apuesta por industrias como las renovables que pueden ser una gran oportunidad de futuro, especialmente por su posición de entrada a LatAm y para hacer frente a la ventaja que ha tomado en esta industria estratégica China en los últimos años.

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Raimundo Díaz
Sr Vice-President
Global Head Intl Corporations

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